16 de abril de 2007

Una tarde en Manhattan

Entre la 33 y la 7a avenida
el viento de acero y su fría alborada sacuden mis pestañas
La yerbaseca pisoteada por las sombras
es una danza macabra al compás de las estrellas
El escarnio de esta ciudad y su charco de licores
desvía el vuelo de los pájaros
La luz de su pecho no encuentra una flama
y los minutos de una sonrisa se van al resumidero
Un faro sacude la arena de mis ojos
ambos nos reconocemos solos y vacíos
y la poeta sin darse cuenta muerde los cristales
de infinitos escaparates
no se sabe si afianzarse a la gélida mirada del faro
o a la ternura engañosa de la medianoche

De algo estoy segura
entre el faro y mi presencia,
ambos inspiramos lástima.



VIERNES

Viernes Santo
Suena el teléfono - 10:02 AM

Desde que comenzó el día, los recuerdos de cartas, conversaciones, llamadas telefónicas, de planes (que no se hicieron), de promesas (que no se cumplen) la hacen dar muchas vueltas en la cama. En pocos minutos, se encuentra con la misma ansiedad, con la sonrisa incontenible de hace dos años.
Nuevamente esperando, con las mariposas revoloteando en su vientre, con el pelo suelto, con la piel tersa, como ese viernes de verano agosteño, urgiendo un abrazo, la mirada que le escudriñe el alma. Igual, sonríe. Sueña despierta (duerme quizás). La despierta en el mejor de los sueños, escucha su voz y no sabe de donde le hablan, si es o no un sueño. Él siempre piensa en ella, es innegable. Ella con el teléfono en la mano, sonríe y se convence que está despierta. Desayunan juntos – ella no puede escapar de su mirada. Él lee en su cuerpo un poema mañanero. Unos minutos de silencio. Sonríen.

Un viernes después…


Suena el teléfono - 11:20 AM

Nuevamente se ponen de acuerdo.
No es amor, pero se aman.
¡Bendito viernes!